martes, 10 de marzo de 2009

TANGO, Historias Extraordinarias. "Fazio Gabriello Boticellim el feminista"

Generalmente se asocia al tango con el fascismo y el más recalcitrante machismo, y a decir verdad, no hay asociación más certera ni más consolidada por el empirismo. Las bases del ideal tanguero se forjaron con sentencias patéticas, como por ejemplo: “Todas las mujeres son unas putas excepto mi madre”; y hasta tal punto caló hondo esta idea que sigue siendo un orgullo para un tanguero ortodoxo vivir con la madre hasta que esta muera de vieja, considerar a cualquier mujer externa a sus sentimientos ediposos como un mero objeto sexual y de descarga de desprecio, violencia y rencor, y por supuesto, negar rotundamente la posibilidad de que a su madre le guste, por ejemplo, practicar sexo oral o ponerse en cuatro patas y que la embista el sodero. Con respecto a la relación del tango con el fascismo, sobran ejemplos, y el más claro es que en los años setenta el tango sirvió como música funcional en los centros de tortura de nuestros ejemplares militares -esos cobardes maricones que lo único que han hecho siempre es defender a la despreciable oligarquía y sus valores- Hecho este que significó una abrupta despopularización del tango en los años ochenta, debido a que una generación entera, al menos la despabilada, asoció tan hermosa música con tan nefasta época y prefirió poner en penitencia al tango para que no sirviera de conductor hacia recuerdos que deseaban desterrar.
Pero bien, es sabido que siempre hay una excepción a la regla, y en el caso del tango la gran excepción se llamó Fazio Gabriello Botticelli, un genio de la música, un excelso bandoneonísta que la historia tanguera sepultó debido a su estoica entrega al anarquismo y a su inagotable lucha en favor de la liberación de la mujer de las garras de la férula masculina y de la vomitiva iglesia cristiana, en una época donde la mujer todavía estaba lejos de tener siquiera derecho al Sufragio Universal. Por eso, resucitaré a Fazio de las tumbas del injusto olvido, tumbas donde descansan todas las almas que lucharon por la verdadera libertad, tumbas que la aristocracia guarda con llaves recelosas, protegidas con la censura y el terrorismo de Estado. Por eso entrego hoy una síntesis de la heroica y malograda vida de Fazio, porque es en la historia donde están nuestras respuestas de ahora.
De sangre italiana: Fazio nació el 1 de mayo de 1910 en Buenos Aires, en el barrio de la Boca. Se sabe poco y nada sobre sus primeros años de vida. A los ocho su padrino le regaló un bandoneón y a los 12 ya tocaba extremadamente bien y tenía su propio grupo. Su padre, Lorenzo Botticelli, era un cristiano ignorante que en su vida no había tenido más que dos gestos de cariño para con su esposa y sí muchas cachetadas y prohibiciones e impunidad. Según un primo suyo, el despertar de Fazio en la lucha feminista fue en su propia casa, tras muchas veces de ver a su madre llorar por los maltratos que le confería de su padre, llena de moretones, cuernos y lágrimas. Fue una noche de carnaval: Lorenzo llegó a la casa a las siete de la mañana, completamente borracho y agresivo. Fazio estaba despierto y desde su habitación escuchó como su madre le decía al padre que tenía olor a mujer y olía a apestado, e inmediatamente escuchó el sartal de insultos de su padre y la posterior cachetada y llanto de su madre. Harto de esa historia, fue corriendo hasta la habitación contigua, agarró a su padre de los pelos, lo acomodó, y lo reventó a patadas y puñetazos hasta dejarlo inconciente y sangrante, para después decirle firmemente: “La próxima vez que tocás a mamá, te corto los huevos, hijo de mil puta”. Desde entonces, a Lorenzo no se le pasó nunca más por la cabeza la idea de golpear a la mujer a la que había jurado amor eterno y protección ante dios. Y nunca más le dirigió la palabra a Fazio, y a este no le importó en lo más mínimo. Fazio Gabriello se fue de la casa y se instaló en un conventillo del barrio. Tenía entonces apenas 15 años pero ya era un mastodonte de un metro ochenta y cinco de altura y noventa kilos de peso, medidas que mantendría hasta el fin de sus días. Era una persona excesivamente bonachona para el mundo hostil que lo rodeaba; se criaba solo y en la calle y la noche, lejos de los valores mediocres y obtusos de su familia. Ya a los quince años, Fazio pensaba que a la violencia se le respondía con violencia. Comenzó a leer mucho sobre todo y se inclinó a las ideas anarquistas, que a su modo de sentir era las únicas que pugnaban por la libertad verdadera, y las demás le parecían variantes de la tiranía. En el año 26 conoció a los hermanos Scarfó, unos muchachos de cuna aristócrata que renegaban de su condición y estaban entregados a la lucha anarquista contra el fascismo argentino junto al gran Severino Di Giovanni, su cuñado. Fazio participó en algunos atentados de poca monta, pero en el 27 se retiró para entregarse de lleno a la lucha por la libertad de la mujer… Los primeros atentados sucedieron en el barrio: cuando Fazio se enteraba que algún “machito” golpeaba a su mujer, lo buscaba y lo infestaba de moretones. Al poco tiempo de comenzar a emplear estos métodos había creado una red solidaria con varias mujeres de las adyacencias, por lo que cuando alguna de estas recibía alguna paliza de su respectivo marido, no tenía más que avisarle a Fazio y este la vengaba. Paralelamente a su lucha, Fazio trabajaba con su trío de tango por todos los recovecos de la ciudad, y pronto se convirtió en una estrella, ya que era, por lejos, el mejor bandoneonísta de la época. Pero su cabeza estaba en la mujer. En el año 29 denunció a la justicia a varios de sus colegas por maltrato a sus mujeres, pero fue en vano, ya que para la justicia la mujer no significaba mucho. Entonces Fazio se fue quedando solo, los músicos ya no querían tocar con él porque sabían de su lucha y eran concientes de que tarde o temprano serían ellos mismos los que caerían bajo su puño justiciero. El único que lo respetaba era un pibe que tendría mucho futuro y que se llamaba Osvaldo Pugliese, pero en realidad este nunca se comprometió de lleno en la causa que mantenía en vilo a Fazio… En el año 30, el país era un desastre, y Fazio comprendió que su lucha tendría que ir más allá. Le preocupaba mucho la libertad sexual de la mujer, que era escasa, y comenzó a utilizar su música como arma de lucha en contra de los prejuicios sociales y las cadenas que tenían maniatadas las fantasías y faldas femíneas. En el año 30 sacó su primer disco con composiciones propias, acompañado por Azucena Villaflor, una pianista extraordinaria que era el único músico que apoyaba a Fazio. El disco se llamó “Mujeres Libres” y tuvo éxito nulo, apenas seis discos vendidos y una censura generalizada. De todas maneras esto le valió cierta fama. La opinión pública comenzó a tildarlo de maricón pero muy equivocados estaban, ya que su respeto a la mujer y sus ideales feministas proporcionaban incalculables cantidades de mujeres a su lecho. Nunca, en su larga vida, Fazio faltó el respeto a una mujer, sino todo lo contrario; en la cama era tolerante y generoso y lograba que hasta la más sumisa ama de casa se transformara en una golfa guarra y hermosa… Por entonces comenzó a colaborar en las villas miserias de los alrededores de Buenos Aires, enseñando a leer a los niños menesterosos e inculcándoles valores de libertad, a la vez que organizaba talleres para mujeres golpeadas, en donde enseñaba métodos de defensa. En el año 31, hastiado de tanta mierda machista, saca su segundo disco, otra vez junto a Azucena, su leal compañera de escenario, “Mujeres al poder”, lo que le valió un aplastamiento de la crítica, no tanto por la música, que era realmente maravillosa, sino por el mensaje excesivamente a favor de la libertad femenina. Lejos de bajar los brazos, Fazio fue más lejos, y después que Uriburu tomara el poder mediante un burlesco golpe de Estado, funda el periódico “Fémina” y esto lo conducirá al inevitable exilio. El periódico era completamente redactado por él. Allí trató todos los temas que concernían a la mujer, denunciándolo todo e invitando a la revolución armada femenina; incluso agregó un suplemento pornográfico enfocado al placer de la mujer, donde dejaba, de manera irónica e indirecta, a todos los malevos como unos cornudos y cobardes y cagones y hasta homosexuales reprimidos. Uriburu y sus esbirros estaban alarmados y mandaron a destruir el periódico, que, por supuesto, funcionaba en la más secreta clandestinidad, en el sótano de la casa de Azucena. Uriburu encontraría el sótano después de la cuarta tirada del periódico. Ahí Fazio fue mucho más allá de lo que la cultura nacional, e incluso mundial, estaba dispuesta a tolerar, y el dictador argentino envió toda la maquinaria del Estado al cierre del periódico y la captura –vivo o muerto- de Fazio Gabriello Botticelli: En la primera página hacia una defensa sublime al aborto legal -lo que sería imperdonable para la iglesia y para la banda de Carlés-, y continúa con su campaña inagotable en favor del derecho al Sufragio Universal de la mujer como algo existencialmente lógico. La gota que rebalsó el vaso fue el suplemento pornográfico: ahí hacía una introducción donde aseguraba que Jesús de Nazaret había sido un combatiente anarquista y que estaba hartamente demostrado. Para Fazio, la multiplicación de panes y peces nada tenían que ver con milagros, sino con la organización anarquista a la que había impulsado Jesús al pueblo, que conllevó, como es lógico, al aunamiento de fuerzas del pueblo en pos de los intereses y necesidades comunes y a una justa distribución de las riquezas. Según Fazio, Jesús había sido finalmente crucificado básicamente por el hecho de no ser ciudadano romano, virtud que le hubiera valido la posibilidad de ir a juicio de defensa en la mismísima Roma, como fue San Pablo, -que estaba en la misma bolsa que Jesús pero al ser de Tarso (hoy Turquía) y ser esta una ciudad griega, gozaba de la ciudadanía romana-, y al menos haber intentado conseguir padecer penurias menos monstruosas. El motivo fundamental por el que Jesús había sido llevado a la cruz -que no era más que un instrumento de tortura romano-, según Botticelli, estribaba en que los judíos que manejaban los números estaban asustados por las ideas libertarias del nazareno que perjudicaban tan notablemente sus intereses; y le exigieron a Poncio Pilatos que hiciera algo al respecto. A Poncio le importaba una mierda Jesús, y para dejar contentos a los judíos, lo mandó a matar. Como resulta ya lógico, el nacimiento divino del Nazareno a Fazio le resultaba un absurdo y al respecto escribió un relato erótico sobre la noche en que María y José concibieron al primer anarquista, Jesús. En el relato, María preludiaba el acto amatorio con una soberbia mamada mientras le introducía un dedo en el ano a José. Después, José pasaba por lengua a María y se la metía por atrás, por adelante y hasta por las orejas; y eyaculaba sobre sus tetas con total naturalidad. Recién en el quinto orgasmo de María y tercero de José, saciados de amor, felicidad y placer, fue concebido el mocoso que cambiaría la historia de la humanidad… Dos días después que saliera el periódico, la casa de Azucena fue allanada y destruida…El gobiernos declaró a Fazio enemigo publico número uno y la iglesia lo identificó como el mismísimo Luzbel… La Alianza Antifeminista Argentina (A.A.A / Triple A) y los matones de la Liga Patriótica Argentina lo pusieron en la cabeza de sus respectivas listas negras. Dos días después, Fazio se embarcaba desde Paraguay rumbo a Francia, al exilio. Azucena partió para Uruguay y nunca se supo más nada de ella.
Gracias a sus extraordinarias cualidades musicales le fue fácil instalarse en París. Inmediatamente llegó, comenzó a trabajar, pero como solista, ya que no quería robarle tiempo a la militancia armando grupos que requerirían ensayos y proyectos. Tocando solo, le sobraba para vivir más que holgadamente. Aprendió francés perfectamente y se metió a estudiar medicina, especializándose en obstetricia y ginecología. Se graduó y comenzó a planear sus próximos pasos en la lucha. Pero estalló la segunda guerra mundial y todo fue una confusión. Finalmente los nazis invaden Francia. Fazio estaba destruido por tanta mierda y dolor y se dijo que algo tenía que hacer. Se hizo pasar por nazi y fue contactándose con miembros de la SS a los que encandilaba con su bandoneón. Hasta que logró lo que quería: para un mitin que generales y cantidad de miembros de las altas filas hitlerianas celebraban en un suburbio de París, Fazio fue invitado -contrato de por medio- para amenizar la velada con su música. Fazio aceptó encantadamente y tocó durante varias horas un repertorio selecto que dejó a los nazis boquiabiertos. Incluso hizo creer a los esbirros que había compuesto un tema en homenaje a Hitler llamado “Tercer Reich”, cuando en realidad se trataba de la melodía del tango “Qué querés con ese loro”, de Enrique Delfino. Fazio recibió una paga descomunal y fue despedido del recinto con agradecimientos desmesurados. Lo que nunca supieron los nacionalsocialistas es que el estuche que llevaba Fazio al salir, estaba vacío y que el bandoneón en cuestión había quedado bien refugiado en el baño, con una bomba adentro. Desde lejos Fazio escuchó la explosión y vio el fuego, y si bien lo aterró la idea de haber aniquilado a cien personas, se sintió satisfecho. El dinero ganado en aquella inolvidable actuación lo donó a uno de los grupos judíos que estaban vengando la barbaridad de Auschwitz con plomo…Después del sangriento desembarco de Normandía y magnetizado por la subida de Perón al poder, Fazio decidió volver a su tierra, después de más de diez años de soledad y exilio que no habían amainado en lo más mínimo su espíritu revolucionario feminista, sino todo lo contrario, ahora estaba más preparado que nunca… Al llegar al país, se mantuvo por un tiempo ausente para tantear el terreno y ubicar a sus amigos y enemigos. Si bien le era imposible amar a Perón como parecían amarlo los menesterosos, le parecía “lo menos peor” y decidió sumarse a sus filas por un solo motivo: María Eva Duarte de Perón…
Evita, ante todo, era mujer; estaba logrando grandes avances en la lucha y era la vocera de las mujeres en el país. Cuando Fazio estuvo convencido de la grandeza de Evita, movió cielo y tierra para lograr contactar con ella, y por supuesto, lo logró. Evita lloró de emoción al verlo, ya que Fazio había sido la musa que había inspirado su fuerza, cosa que a Fazio lo llenó de orgullo. Botticelli se dio cuenta de que miles de mujeres de todo el país lo adoraban, y que lo podían demostrar ahora porque tenían el apoyo de Eva, porque antes había sido difícil, debido al temor a las represalias de sus respectivos maridos e instituciones.
Comenzó a trabajar a la par de Evita, pero oculto, y hasta fue su consejero (muchas voces misteriosas de aquel gobierno aun hoy aseguran que Eva era la voz de Fazio). El 25 de julio de 1949, en el teatro Nacional Cervantes se llevó a cabo la Primera Asamblea Nacional del Movimiento Peronista Argentino, y se creó el Partido Peronista Femenino. Como no podía ser de otra manera, fue Fazio Gabriello Botticelli el que amenizó la velada con su Orquesta Típica Evita, integrada, a excepción de él, totalmente por mujeres. El 11 de noviembre del 51 votó por primera vez la mujer y ese fue el día más feliz en la vida de Fazio. “Ganamos una gran batalla”; le había dicho a Evita.
A sabiendas de Eva, Fazio realizó abortos en todos los barrios pobres del Gran Buenos Aires, creó asambleas femeninas para establecer solidaridades, fundó guarderías gratuitas para hijos de madres solteras que tuvieran que trabajar e impulsó a Eva para traer tecnología a los hospitales destinados a la salud de la mujer. Dictaba clases de educación sexual para mujeres, sobre métodos anticonceptivos, y continuó con sus talleres de defensa personal para mujeres maltratadas. Para esta vuelta había conocido a un gran amigo y aliado incondicional: Ricardo Caradagian, un cinturón negro de Kun Fu, que era el que impartía las clases de defensa personal.
Evita estaba encantado con él, y Fazio con ella. Pero, como siempre, las cosas empezaron a ponerse densas y encima Evita cayó enferma. Pocos meses antes de morir, Evita le entregó a Fazio un sartal de armas -de las que le había vendido el rey de Holanda-, para que se defendiera, porque según ella, se venían tiempos difíciles y la oligarquía estaba sedienta de sangre….
Murió Evita, y después cayó Perón.
Y a Fazio no le quedó otra que esconderse… Se fue a vivir a Beriso, y abrió una ferretería que le dio de comer hasta el fin de sus días. En el 56 se enamoró de Rosa, se casó y tuvo dos hijas. Fue un esposo y padre ejemplar: le cambiaba los pañales a las nenas, cocinaba para Rosa y sus amigas, limpiaba la casa, hacía los mandados, y jamás faltó el respeto ni siquiera mínimamente a ninguna. Les inculcó a sus hijas y a su mujer la libertad sexual y social y les hizo prometer a las tres que si algún día lo encontraban apelando al machismo, le pegaran un tiro.
El 13 de enero de 1972, a los 62 años de edad, murió, de un paro cardíaco, Fazio Gabriello Botticelli, el mártir en vida que había levantado las banderas de las hembras y uno de los más grandes bandoneonístas y músicos de tango que había dado el país. La noticia de la muerte fue nacional, y su cajón se paseó por las calles de Buenos Aires rodeado de tres mil mujeres que no escatimaron en lágrimas para homenajear al gran Fazio, su héroe.
Y hoy lo recordamos, sí, porque es necesario hacerlo en este mundo gobernado por hombres que no saben más que ofrecer hambre, guerra, dolor y muerte. Y deseamos que haya miles de Fazios, y que las mujeres al fin agarren las riendas de este caballo mal parido que es la Sociedad, para otorgarle paz, practicidad y alegría.

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