jueves, 15 de enero de 2009

ONCE 2 / Introito geográfico y sociológico

…Una vez llegué a pensar que todos los actores de este trágico espectáculo habían esperado mi llegada para salir al fin a escena e inmolarse..., incluso yo mismo… Pero no; pronto comprendí que todo era una sucesión inacabable de tristezas, yerros y sueños contrahechos, en donde yo era actor de reparto de apenas uno de los infinitos capítulos negros que forjaban la historia amarga de esta obra trunca que es Once.
Será necesario hacer saber en qué preciso lugar del barrio se ubica esta, mi económica ínsula, cuyos insuficientes metros cuadrados esconden un anafe de dos hornallas, una mesa plegable, un silla sin par, un colchón demacrado, un equipo de mate, una parrigás, una olla, una sartén, una computadora y dos bandoneones. Las cosas y yo apenas permitimos ver fragmentos del suelo, de tan pequeño que es el espacio que encierran estas cuatro paredes. Hay un baño popular, y una ventana que da a la calle, que me ofrece gran parte de todo lo que narraré…La ínsula está ubicada en la calle Sarmiento, casi esquina Ecuador, en un sexto piso, como ya sabemos… Si saliera del edificio y caminara hacia la derecha, a doscientos metros me chocaría con la Avenida Pueyrredón, que será la columna vertebral del espacio geográfico donde tendrán lugar los hechos que me he propuesto narrar. Si desde el lugar que estaba caminara hacia la izquierda, también a doscientos metros, me encontraría con la Avenida Corrientes; y si en vez de haber caminado hacia la izquierda, lo hubiera hecho hacia la derecha, me encontraría con la Estación de trenes de Once, y más allá la plaza Miserere y más allá la Avenida Rivadavia…Entonces, las fronteras de este mundo son: al sur la Avenida Rivadavia, al norte la Avenida Corrientes, al este la calle Paso, y al oeste la calle Ecuador. Cinco cuadras de norte a sur, por cuatro de este a oeste (el que no conoce Buenos Aires, pregúntele a cibergod por mapas, fotos, que seguramente le proporcionará alguna información)…: un espacio increíblemente pequeño para abarcar tanta antropofagia social moderna. … El marco es el apropiado para pintar un mundo oscuro, en donde miles de zombies comparten sus miserias materiales y humanas…

En una pared, al lado de la estación, alguien escribió, o se olvidó de escribir, con pintura roja: “Dios, si realmente existís, andáte a la putísima madre que te parió”

…Mi vecinos de piso son: en el A vive una vieja que está sola, toca el violín olvidablemente, anda con miedo por la vida, y que cada vez que puede me habla de España y me dice “allá la gente es más educada” sin obtener de mí respuesta alguna. En el B vive Pablo, un homosexual rollizo y retacón, que al menos una vez por semana se trae algún pibe del barrio para saciar sus fantasías: lleva anteojos y tras sus ojos esconde perversidad. En el D vive una parejita que pasa desapercibida…Abajo, en el 5to A vive Adela, una vieja vivaracha de ochenta años de edad, que es la encargada del edificio. Una gran amiga: siempre que puede me cuenta la historia de amor que tuvo con su padrino, con el que se casó cuando ella tenía quince años y él treinta y cinco, contra la voluntad familiar y eclesiástica de la época. Arriba en el sexto, vive Ricardo, un anciano podrido, a quien la poca familia que le queda, lo abandonó por haber sido tan hijo de puta durante toda su vida útil; y ahora que es un inútil, lo paga con el peor de los castigos: la soledad en las puertas de la muerte…Al resto de los vecinos apenas los conozco de esporádicos encuentros en el ascensor…
El barrio es una conglomeración inhumana de comercios de todo tipo, uno al lado del otro, cuyos dueños son en su mayoría judíos; y además de los comercios, una cantidad impresionante de vendedores ambulantes –bolivianos, ecuatorianos, paraguayos, brasileros, africanos, peruanos, rumanos, argentinos- , que venden todo lo que uno puede imaginar y más, monopolizan las calles. Es el típico barrio rancio de Estación de una gran ciudad latinoamericana, tal como es Buenos Aires… El sonido de autos, autobuses y gente es ensordecedor casi todo el día, excepto nunca… La presencia de la Estación, que en teoría tendría que tener baños públicos, y que ofrece luz y techo durante las veinticuatro horas, sumado a las miles de personas que constantemente merodean por los alrededores y son presas accesibles para ser hurtadas de alguna bagatela, construyen un lugar propicio para todas aquellas almas derrotadas que buscan, como el elefante, un lugar donde al fin perecer… Por supuesto, el lugar está repleto de policías que cumplen eficientemente el trabajo que como policías argentinos se les ha encomendado: manejar la droga, cobrar las coimas a los vendedores ambulantes y a los travestis que trabajan por el barrio, de los cuales son sus más asiduos clientes junto a los taxistas; y de vez en cuando llevarse a la comisaría a algún ladronzuelo de poca monta…La plaza Miserere, como su nombre lo indica, es miserable; está habitada por seres que alguna vez quisieron ser personas, y que ya no tienen fuerzas ni esperanzas. Desde las dos de la tarde hasta el anochecer, los patéticos pastores evangelistas, venden ilusiones a gentes más deshechas que ellos mismos, que ya es mucho decir. El único día que no están, es el 1 de mayo, día en que la plaza queda reservada para el acto anarquista que unos viejos locos de antaño se obstinan en continuar celebrando esperanzadoramente…Frente a la plaza, y al lado de la Estación, está el rincón de la memoria de las víctimas de las llamas de Cromañón… Etcétera…, etcétera…, etcétera…, y más etcéteras… …Si me detuviera a detallar cada uno de los colores y olores que componen el barrio, no acabaría nunca, por lo tanto dejaré que se vayan descubriendo de la mano de las historias de sus personajes, entre los cuales me incluyo…Ya les dije cómo llegué hasta aquí: “…me tiró aquí la vida para dejarme en claro que el fin no es más que un espacio vacío desde donde inevitablemente volvemos la mirada en busca de lo que alguna vez descartamos…”

… Echo aceite en la sartén, luego la pongo al fuego, cocino cuatro huevos fritos, y sirvo dos platos: uno para mí y otro para nadie.


(Continuará si la garúa permanece finita)

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